Hoy ha sido el último domingo que me he despertado en la que ha sido mi casa durante 43 años, 10 meses y 14 días, la que ya a partir de este momento pasa a ser la casa de mi madre. Y las sensaciones son confusas. Por un lado, feliz por abandonar al fin el nido (que ya iba siendo hora) pero por otro la tristeza lo inunda todo. Supongo que es normal, y más a estas alturas de la película. Los que ya dísteis este paso en su día probablemente pasásteis por esta misma sensación de desasosiego. Yo, además tengo el agravante de que nací aquí, a escasos dos metros y medio desde donde escribo estas las que pueden ser últimas líneas de este blog desde el que ya no es mi hogar.
Miro a mi alrededor y todo es nostalgia. Me cuesta coger cosas para llevármelas a la que va a ser mi casa en menos de una semana. Tengo una sensación extraña, como si, a pesar de ser mías, no me pertenecieran. Libros, discos, recuerdos.... Casi 44 años acumulando cosas que ahora me cuesta reconocer como mías. Dejo además a mi madre sola, y aunque se que cuento con todo su apoyo, sé también que no es precisamente el mejor momento. Una persona que ha sido todo energía durante toda su vida, desde hace unos meses ha pegado un bajón importante. Una palabra suya bastaría para quedarme, pero sé positivamente que no la dirá. Aunque lo esté deseando.
A partir de la próxima semana ya nada será igual en mi vida. Tengo en estos momentos la ilusión de un niño de 6 años en la noche de Reyes, pero no puedo contener la lágrima que contínuamente se me desliza por la mejilla. Muchos de los que me leéis lleváis casi dos décadas fuera del hogar materno, y probablemente se os hayan olvidado eastas sensaciones. Ni siquiera se cómo actuar el día que me marche definitivamente, casi seguro este próximo viernes, nunca más tarde.
Y eso que me voy a 300 metros de aquí, a dos manzanas. Y me he prometido venir a menudo, pero ya se sabe, esas promesas siempre se hacen, aunque casi siempre cuesta mucho cumplirlas. Intuyo, por otro lado, que habrá amigos que os hayáis sentido molestos por no pediros ayuda en la mudanza. No os lo toméis a mal, en el fondo he querido demostrarme que era capaz de hacer esto por una vez yo solito, tarde o temprano recurriré a vosotros, pero el paso inicial quería darlo por mí mismo.
En fin, que no quiero que las lágrimas por no ver el sol me impidan ver las estrellas. Ahora mismo, mi nivel de felicidad y de tristeza están a la misma altura. Se que al final, lo primero se improndrá a lo segundo.
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