Ya estoy, por fin, instalado en mi casa. Faltan cosas por traer, lógicamente, pero lo que tengo sobrepasaría ampliamente cualquier kit de supervivencia.
Las sensaciones vuelven a ser confusas. Tras un primer momento de euforia, un segundo de cabreo porque el p... ordenador no quería arrancar, y un tercero de bienestar, la melancolía ha vuelto a hacerse un hueco en mi cocorota. Ayer me pasé todo el día pensando cosas en plan...esta es la última vez que... Me siento extraño todavía. Supongo que es cuestión de tiempo, pero me doy cuenta de que algo ha cambiado porque hago cosas que nunca hacía. Un ejemplo estúpido es el haberme puesto la radio de fondo. Jamás en mi vida lo había hecho, salvo esporádicas visitas vía web, pero hoy ha sido lo primero que he hecho una vez me he puesto cómodo. Supongo que es una inconsciente búsqueda de compañía...
La cama no me gusta. Es pequeña y blanda, por lo que pasa a ser prioritario el cambiarla. El sofá, tres cuartos de lo mismo, aunque en este caso ya tengo mirado su relevo. Pienso continuamente en qué estará pensando mi madre. Se me pasará, lógicamente, pero ahora no puedo evitarlo. Me ha apoyado y me ha empujado a dar este paso, pero los últimos días evitaba el tema, supongo que es normal. Para ella también va a ser su primera experiencia viviendo sola...
En fin, que es sólo el primer día del resto de mi vida, y ya no hay marcha atrás. No, no me arrepiento lo más mínimo, pero todo se me hace extraño. Como todo, es cuestión de tiempo...
¿La imagen que ilustra esta entrada? Nel blù, de Kandinsky. Será lo primero que verá la gente nada más entrar a mi salón.
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